JÉETSMÉEK
Es la consagración a los dioses mayas del bebé menor de un año, normalmente
de 6 meses. Consiste en cargar al niño con las piernas abiertas sobre la cadera
de un padre, o por el padrino, y posteriormente de una madre o madrina. Uno le
da 5 vueltas alrededor de la mesa en sentido derecho y la madrina 4, pero en
sentido contrario. Este ritual también se puede verificar alrededor de la casa
si las condiciones de su construcción lo permiten.
El bebé que es cargado debe tocar nueve cosas: una mazorca de maíz, una
fotografía de un quetzal, una fotografía de un jaguar, un libro de cuentos, un
bolígrafo o una pluma de ave, una coa o un instrumento campesino, una
computadora, una guitarra o un pincel y, por último, una piedra.
El Jéetsméek simboliza la consagración a los dioses
con la invocación de un nuevo abecedario de palabras selectas: las más sublimes
y las más puras, que son las que se ofrendan a Hunab Ku e Itzamná y, mediante este
ritual, los dioses otorgan nueve dones al bebé.
El Jéetsméek se realiza en luna llena.
Este ritual normalmente se hace en las casas de huano del área maya que
simbolizan la forma del cosmos en su forma oval y en su techo piramidal; tienen
una forma cíclica, con una puerta que da al Oriente: la luz y la vida y la otra
al Poniente: el inframundo. Ambas siempre están abiertas como símbolo de que la
muerte no tiene poder sobre sus habitantes.
El Jéetsméek significa el ciclo de vida, muerte y renacer que a lo largo de
su vida lo transformará en un guerrero del espíritu que luchará por el amor y
la luz del alma.
El movimiento oval alrededor de la mesa o la casa es el camino cíclico que
siguen y en él están señaladas las cuatro direcciones de la tierra, las más
importantes: el Oriente por donde sale el sol, la plenitud de la vida, el
quetzal representado por Hunab Ku; y el Poniente donde está el inframundo, la
oscuridad, el dolor y la muerte.
El Jéetsméek es un ritual que todavía se practica por esta área,
aunque muy poco.
Significado
de lo que se otorga en el Jéetsméek
La mazorca de maíz otorga el don de la luz. Nos
recuerda que nuestra raza está hecha de este grano, que es una lágrima del sol,
y en él está simbolizada la esencia del universo. El maíz amarillo y el blanco
que somos linaje del sol; el maíz rojo nuestro dolor en ofrenda, y el maíz
morado nuestra batalla contra Ah Puch, el dios de la muerte, para vencerlo y
renacer a la vida sagrada de nuestros dioses.
El quetzal es el sol en vuelo, nuestro espíritu sereno. Es el avallas
amiento de la belleza y del amor, la felicidad y la alegría de que está hecha
nuestra alma. Simboliza nuestra niñez y juventud, nuestras virtudes y el fuego
sagrado que blande la furia de la pureza cuando es necesario.
El jaguar es el pedernal y el relámpago que truena incandescente al
enfrentarse al dios Ah Puch o Chac Mitum Ahau que significa Gran Pudrición
Universal. Con el ímpetu de la furia cósmica vencer al dios de la muerte en
Xibalbá con el espíritu majestuoso del jaguar: el rocío ámbar que cayó del
cielo, la lealtad y el amor caudaloso que nos lleva al despertar del alma.
Los cuentos son la revelación de los dioses de nuestra esencia humana y
celestial; son la alegría derramada de los dioses, sepamos regocijarnos con
ellos.
Un bolígrafo o una pluma de ave es el arma del poeta, su báculo para
consagrarnos al abecedario selecto y celeste. Es un rayo del sol que
enarbolamos para chicotear a la muerte con las palabras más bellas y más puras.
Es el altar donde ofrendamos nuestra alma al amor de los dioses.
Una coa o un instrumento del campo representan el trabajo arduo de todos
los días, bajo el sol, en la oficina o en el hogar. Cuando se trata de una niña
se cambia por los utensilios de cocina, el fogón, la estufa o la batea,
significan la humildad y el amor al trabajo y el hogar.
La guitarra y el pincel significan
nuestro acceso al arte, a la manifestación del espíritu que nos acerca a la verdad
de nuestros dioses, es también un acercamiento a la poesía, la más grande
manifestación del alma. Llenémonos de sensibilidad y sentimiento.